martes, 9 de marzo de 2010

Causa y efecto I

En la semana de examenes trimestrales suelo estresarme, no como bien y duermo poco; pero cada mañana antes de entrar a vomitar todo lo anteriormente estudiado me tomo un buen café en una cafetería cercana a mi colegio, ergo, me relajo.
El primer día transcurrió sin acontecimientos importantes. Nada más salir de la cafetería encontré a mi Amiga y caminamos juntas entre risas hacia la entrada, como cada mañana. Lengua Catalana y Lengua Castellana superadas al final del día.
A la mañana siguiente, mientras repasaba mentalmente todo lo estudiado, entré en la cafetería detrás de un grupo de mujeres ya jubiladas que el día anterior no había visto. El camarero me sirvió el habitual café matutino mientras hablaba y reía con las mujeres que se habían sentado dos mesas a la derecha paralelas a mi.
Siempre he sido una persona curiosa y que se cuestiona mucho las cosas; siempre busco una explicación mínimamente coherente a todo aquello que veo, siento, pienso o escucho, y aquel día hice mi Agosto, -los que seáis como yo, entenderéis porque me gustan las clases de filosofía-.
El caso es que las mujeres que estaban en el café conmigo hablaban muy alto y pude escuchar toda la conversación que establecieron. En un principio era algo normal, emisor y receptor, un canal muy amplio y un mensaje que se perdía entre sorbos de café y bocados a un croissant de aspecto más que apetecible. Ese mismo día yo tenia un examen de filosofía -concretamente: la evolución humana, inteligencia artificial y emocional y el poder que ejerce la cultura sobre la naturaleza animal de los humanos-, y mientras repasaba mentalmente como siempre hago, un fuerte golpe en una mesa me trajo de vuelta a la conversación de las locuaces jubiladas. Una de ellas, pienso que enfadada dado el alto volumen de su voz y su ceño fruncido, dijo algo parecido a "¿Sabes cual es el problema? Que ese era mi sitio!" Intenté rápidamente incorporarme de nuevo a la conversación y llegué a la conclusión de que hubiera sido mejor seguir a lo mío...
Al parecer, en el grupo de jubiladas, faltaba una integrante, como la "Toro Sentado" de la tribu: más anciana, de altura reducida, con gafas y cabello como la nieve.
Cada una tenia su sitio asignado a ambos lados de la mesa, y esa era una norma que ninguna de las Sioux podía saltarse.
Mi mente empezó a mover sus engranajes de golpe, ¿un examen de filosofía y un acontecimiento así en el mismo día? Me hizo cuestionárme muchas cosas y llegar a algunas conclusiones independientes que ahora intento aunar:
El ser humano es un ser vivo porque puede realizar las tres funciones básicas: nutrición, relación y reproducción; pero cabe recordar que no solo somos carne, que tenemos nuestras ideas y principios, nuestros valores morales que aquel día, cuando escuché a un grupo de mujeres que ya habían tenido tiempo para equivocarse y rectificar y para volver ha hacerlo a lo largo de su vida, me cuestioné seriamente: ¿Es posible que pongamos las cosas como primordiales y urgentes cuando en realidad no son lo importante; es posible que nos estemos equivocando a la hora de decidir lo que está bien o lo que está mal, el porque discutir o el porque dejar de hacerlo? Diariamente ofrecemos una visión de nosotros mismo que puede ser equívoca: que no muestres entusiasmo no significa que vivas en la ignorancia, que te muestres ignorante no significa que no sientas entusiasmo por según que cosas. Que pienses y luego actúes es un valor moral que se está perdiendo entre las gentes. Solo le pido un favor a la sociedad: antes de abrir la boca, enciendan el cerebro, dejen que funcione. Puede ser que la ética en según que mentes, sea algo de lo que no nos podamos fiar.
Por cierto, creo que he suspendido la filosofía.

2 comentarios:

  1. Laia! Me gusta mucho este blog tuyo y especialmente tu manera de escribir y de expresarte. La verdad es que los últimos artículos que has escrito me han encantado, especialmente el de tu padre y la navidad y el de la semana de exámenes :D

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  2. Muchisimas grácias Jaume, no sabes lo que significa para mi, de verdad...
    Grácias.

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