viernes, 23 de julio de 2010

Sueño y realidad.

Amanezco cada día por el placer de volver a verla. Fue solo cuando me rozó su pelo que sentí una caricia. Cuando besé su piel reconocí el sentido del gusto. Cuando la miré a los ojos... cuando la miré a los ojos me vi en ellos, tan puros, tan brillantes. Sus manos, adoré jugar con ellas; dedos de pianista, finos y sutiles como sus labios. Su lacio pelo largo y su sonrisa, su gran sonrisa. Los montes que se formaban en su espalda cuando estaba tensa, los que a mi me encantaba recorrer con los labios cuando dormía pero sin despertarla; y cuando lo hacía, su manera de mirarme. Y su voz, de la que ya no me acuerdo...
Mi papá me contó que un día voló, como quien sale de casa en busca de un estanco para comprar tabaco. Desde entonces cuando me cruzo con un establecimiento así, me quedo embobada mirando quien entra y quien sale, por si un día tú entras o sales y se da la casualidad de que me reconoces. Se que es imposible porqué vivimos en mundos distintos, pero a fin de cuentas quien no sueña limita su realidad.

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