jueves, 24 de noviembre de 2011

¡Qué bonito es empatizar con la eternidad!

¿Cómo puedes empatizar con una persona con la que solo conectas un único instante?
¿Qué decide si ese instante os mantiene unidos o si vuestras vidas siguen su curso sin la mutua compañía?

Hablando del nacido en Long Island, del segundo de ocho hermanos, del primer autor de clase obrera del siglo XIX me pregunto por qué me surgen estas preguntas de carácter puramente existencial si estoy segura de que ese instante me mantendrá unida solo a quien yo quiero. 
Mas si esta premisa no se cumple, ¿por qué el destino me regala dicho instante si jamás va a rebautizarlo como eterno?


Quien influyó a referentes tan queridos por mi como lo son Lorca y aquel que advirtió que la noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros a lo lejos; me retrata en su Canto 24 cuando escribe:


(···) Estoy enamorado de mí mismo, hay tantas cosas en mí tan deliciosas,
todos los instantes, todos los sucesos, me penetran de alegría.
No sé decir dónde se doblan mis tobillos, ni dónde nace mi más pequeño deseo.
Ni dónde nace la amistad que brota de mí, ni la amistad que recibo a cambio (···)


Al desagolpar mi mente concibo lo que desde siempre he sabido y que hasta hace unos meses no he sabido entender: La eternidad solo la tengo con quien me regala la existencia de quien decide empatizar conmigo, no un instante en este mundo, sino conmigo para siempre.